Lo fugaz ha transcurrido, hoy es ahora,
no es ayer cuando mi mano rozaba tu boca,
no es ayer, es ahora.
Ahora tu podrías, si quisieras,
convertir mis ideas en laberintos,
y mi cariño, si quisieras.
Apoyado sobre mi hombro,
si existía un corazón enconado
se asoma sobre mi hombro en el olvido.
Mis manos han jugado a conocerte,
parecen turbadas ante la divinidad de tus ojos,
parecen tímidas, risueñas de conocerte.
¿Te digo algo? he jugado un poco contigo,
jugué a amarte, aprisioné mi pecho a tu lado,
elevé mis sueños un poco contigo.
Te vi... te besé... y eras tan mío,
como fue Roma de Honorio y Arcadio,
y casi parecías tan mío.
Me alegra decir que mi amor te ha curado,
pero el amor no es cura, tiene venenos,
tiene espinas y cardos.
Si quisieras sería tuya a tu lado,
en tu rostro repartir mis tiempos,
en tu cuerpo repetir mis espacios.
Apoyado sobre mi hombro,
eras angeli cantantes,
de ser religioso, serías casi luterano.
Sobre el frío de mi vientre,
la semilla de un verano;
sobre la mira displicente,
la delincuente indiferencia,
se habrán esfumado
al son de un mundo prohibido.
Hoy, ya conozco tus ojos,
un poco de tu alma y
y mucho de tus manos.
Apoyado sobre mi hombro,
te creí música, mente y delirio,
y ahora te creo todo sin ser mío.
Apoyado sobre mi hombro,
ya ha pasado cerca de un año,
mi amor... mira, cómo te extraño...
