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domingo, 7 de octubre de 2012

22. Lo que un día se lleva


¿Qué te puedo decir?... la vida no me dio tus ojos, ni ese futuro en quien sabe que plaza de quien sabe que parte de un lugar donde hace mucho frío porque, como dices, el frío estimula a los encuentros fugitivos de los abrazados y los bebedores de martini en esos sitios con cuadros donde la gente se reúne para sentir ambiente; aunque irónicamente hay más personas que ambiente...

La vida, como decía, no me dio tus ojos, ¿por qué?, tal vez ni me pertenecían, tal vez otra escultura fémina de la bahía griega con ese perfil tan misterioso y poco revelador te atrapó y fue entonces cuando tu mirada aunque dirigida a mí, seguramente bajo otras redes, se redirigía a alguna lejana en esa gran bahía.  Tus ojos, todavía me recuerdan algunos de los colores de los pocos lugares que visitamos juntos, a veces era una arenilla en un viejo lago abandonado de la comunidad pesquera, otras como los residuos de petróleo de uno de esos grandes ductos perforados que se incendiaban a cada rato por las noticias, a veces sólo eran como el fuego de esos ductos. El punto es que la vida se los llevó.

Otra cosa que me quitaron de ti... fue tu boca, ¿qué tiene de especial tu boca?, nada, claro que nada si quiero convencerme, pero... realmente lo tiene todo, ¿dónde más encontraré una vieja canción gregoriana de  Nothing else matters de Metallica? ¡oh no!, mejor aún, una mujer filiana de Alejandro, un café de Starbucks, un delirio parkinsoniano, un poco de Leonard Cohen... sobre todo en jueves que te pones algo melancólico y entonces, puff, mágicamente Cohen aparece en tus labios y toda la tarde me sabe a wiskey frío y a colores grisáceos. Todo un poeta, sin ser poeta. Todo un vago que no tiene a donde ir, pero a donde debe, no va.  

Pronto será un día en el que por cualquier obra que el destino pintase, de esas ocasiones que te juega una mala broma, un día yo entré hacia cualquier tienda de autoservicio en un punto del país en que decidí viajar por cuenta sola, y al entrar te vea cobrando algo en una fila de esas ridículas que se suceden a las doce de la noche, cuando todo el mundo que no duerme, se encuentra inquieto y sin nada más que hacer; entonces seguramente tendré el cabello tan largo como lo quise y tu entonces tendrás un porte tan formal que sentiré pena de mis humildes ropas, y entonces me veas y me digas que espere mientras cobras... pero la cuestión es que... ya esperé demasiado...


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